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Sobre la Cofradía

La Cofradía de la Virgen de la Esperanza nació a raíz de la gran devoción del pueblo logroñés, que pronto llegó a cristalizar en la fundación de una cofradía “para gloria de Dios y al servicio de la Virgen Ntra. Sra. de la Esperanza y en provecho de nuestras animas”, según consta al comienzo del primer libro conservado de nuestra cofradía.

Sus primeras reglas fueron confirmadas y aprobadas el 10 de diciembre de 1612 en Santo Domingo de la Calzada por los señores Provisores y Vicarios Generales D. Sebastián de Medrazo y D. Juan de Salcedo Ordóñez al estar la Diócesis en sede vacante.

Estas reglas son un “traslado bien y fielmente sacado de su original La Regla de la Cofradía de Ntra. Sra. De La Esperanza ordenada por los cofrades antiguos escrita en el libro Antiguo», mandado hacer por el Sr. Visitador del Obispado en 1641, sin duda, debido al estado de deterioro de dicho libro.

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Comienza el libro con una interesante anotación que dice “libro de la cofradía de Ntra. Sra. de la Esperanza, llamada antiguamente Ntra. Sra. La Toledana, sita en la capilla de Ámese Juan de Mendizábal que al presente (1641) es de Doña Isabel Ibáñez en la Iglesia de Sr. Santiago el Rl desta ciudad de Logroño”; efectivamente según dice la introducción a la regla, sé establecía una “Cofradía y Hermandad” “para siempre jamás en la Iglesia Real de Santiago de esta ciudad de Logroño en el altar de la gloriosa y siempre Virgen Nuestra Señora de la Esperanza”.

Esta capilla, la primera del lado del Evangelio, es la que actualmente acoge el templete barroco que contiene el Sagrario, el cual guarda relación con la Virgen de la Esperanza.

Historia de la devoción de la ciudad de Logroño a la Virgen de la Esperanza

Estando el rey Ramiro I a punto de batallar en Clavijo contra el musulmán Abderramán II y temiendo como es lógico a tal enfrentamiento, se encomendó junto con los monjes; poniendo así todas sus esperanzas, a la Virgen que se encontraba en el desaparecido monasterio de San Prudencio de dicha localidad situada a 17 kilómetros de Logroño.

Milagrosamente, con la intercesión de la Virgen, que contó con la ayuda de Santiago Apóstol según cuenta la leyenda; salió victorioso de tan ardua contienda el 23 de mayo del año 884.

A partir de ese momento, según un voto de la ciudad de Logroño que se registra desde el siglo XII, se instauró de forma obligada una peregrinación anual y en el día citado, al monasterio para dar gracias por dicho acontecimiento y en la que el pueblo logroñés; entre otros, participó asiduamente hasta la desaparición del templo a causa de la supresión de órdenes en 1837. 

Entonces es cuando la imagen de la Virgen que fue concebida en el siglo IX y sustituida en el siglo XIII debido a su deterioro, se trasladó a la iglesia de Clavijo donde permanece hasta nuestros días; pero ya la eminente devoción de los logroñeses a La Virgen de la Esperanza, hizo que estos mandaran modelar una figura a la imagen y semejanza de la original y la quisieran venerar en la Iglesia de Santiago el Real de Logroño.

Aunque de antiguo venía el amor por la Virgen, fue en el año 1521 cuando volvió a ser invocada para ser de nuevo mediadora en el asedio de los franceses que la ciudad sufrió; y de la que a pesar de contar como firmes defensores, en su mayoría ciudadanos lejos de estar habituados a participar en batallas, como eran las gentes sencillas, comerciantes, campesinos, mujeres, niños… Y sin contar con arma alguna que los enseres caseros y herramientas de campo; valientemente y con la inminente ayuda de la Virgen, supieron salir airosos de ese gran apuro al que se vieron sometidos y con el que consiguieron también salvar al resto de Castilla de la invasión.

La Virgen de la Esperanza, llevó antiguamente el apodo de “La Toledana”, por haber sido en el Concilio de Toledo, donde se fijó el día 18 de diciembre para la celebración del día de la Esperanza. Aunque la talla fue restablecida en varias ocasiones, la última restauración se produjo en el año 1950.

La Regla

La regla se compone de un preámbulo y varios capítulos, de los que el primero nos informa claramente por que todos los años celebramos la fiesta de nuestra Patrona el día 18 de diciembre: “Inmediatamente ordenamos que para Gloria de Dios y servicio de Nuestra Señora de la Esperanza y provecho de las Animas, todos los hermanos que al presente son y adelante serán y fueron el día del sitio que será el día de Nuestra Señora de la Esperanza que será el día DIECIOCHO DE DICEMBRE DE CADA AÑO y habrán de comulgar de la Misa de Nuestra Señora y asistir a ella cada cofrade con su vela blanca y pena de media libra de cera blanca de que otro día no asistiere como otros”.

Al finalizar esta, dice el 2º capítulo “elijan nuevo mayordomo a votos el que más celoso fuere”. Manda el 3º “que todos los días de Ntra. Sra. (a saber por las cuentas de 1645: dos de febrero, la Purificación, 25 de marzo, la Anunciación, 8 de septiembre, la Natividad, y, “el día de la Concepción, 8 de diciembre,), se haya de decir una Misa rezada con su responso por todos los hermanos”.

El capítulo 4º ordena que “todos los sábados del año se haya de decir al amanecer una Misa de Ntra. Sra. “a la que deben asistir los cofrades, acabada la cual se dirá un responso, para que cada uno acuda a su trabajo”.

El 5º establece la obligación que todos tienen de acompañar a los hermanos fallecidos en su entierro “con toda la cera que la cofradía tuviere”. Así mismo el 6º indica que se le dirá por cuenta de los hermanos una Misa “en el altar privilegiado” a los 3 días de su establecimiento, lo cual vale también para las mujeres de los cofrades”.

 

El capítulo 7º establece una pena “de dos cuartos” a quien faltare a la Misa de los sábados que se gastará en “alumbrar a Ntra. Señora”

Hasta aquí parece que se extienda la regla primitiva, que los cofrades antiguos ”mandan a los señores Provisores para su oportuna aprobación”. Sin embargo, aún hay otro capítulo, que se cree que se añadió con posterioridad, con toda probabilidad en el mismo año 1641 en que, parece, se produjo una refundación o revitalización de la cofradía, el cual ordena sea el Rector de la Iglesia de Santiago su Abad.

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